(Foto cortesía de Asunción Carandell)
Grupo de la izquierda: Toté [José Agustín Goytisolo] con la Torci [Marta Sánchez Martín], Juan y Luis Carandell. Resto: Carmiña [Martín Gaite], Tere y Ton Carandell con Julia Goytisolo, chica desconocida, Josefina Robusté, Luis Goytisolo, Josemari Carandell y Juan Goytisolo.
“La foto pudo estar tomada por Rafael [Sánchez Ferlosio], delante de la casa, que queda a la derecha y no se ve. En el jardín boscoso, con senderos, que era el lugar más fresco y ya ha desaparecido. La casa aún existe, aunque han ido haciendo muchos disparates, por ejemplo, arrancaron (¡sería una suerte!) o cubrieron el precioso suelo de mosaico romano de la entrada; dejaron perder los dos espacios de bosque, de pinos, el de delante, y de encinas, el de detrás. Y cosa espantosa pusieron un ascensor en la parte de detrás de la casa” (Asunción Carandell).
Véase el artículo de Carme Riera y Asunción Carandell, “Carmen Martín Gaite y su relación con los Goytisolo-Carandell”, en Un lugar llamado Carmen Martín Gaite (ed. J. Teruel, Madrid, Siruela, 2014, págs. 36-46), donde se incluye la carta que Carmen Martín Gaite le escribe a Ton Carandell, el 24 de junio de 1957.
«Las dificultades que tuvo que sortear una escritora novel en la España de 1950 tienen un documento de primer interés en la carta que Carmen Martín Gaite envió a Asunción Carandell en junio de 1957 […]. Esta carta nos retrotrae a ese cuadro de costumbres en el que Martín Gaite reparó con detenimiento, precisamente por su vigencia, en Desde la ventana, y al que no dudó en tildar como “alegato feminista”: me refiero a “Las literatas. Carta a Eduarda”, de su dilecta Rosalía de Castro. Igualmente, esta misiva marca un momento crucial en su carrera literaria, ya que Martín Gaite está escribiendo a escondidas su primera novela larga, Entre visillos, para presentarla al premio que había recibido dos años antes su marido, Rafael Sánchez Ferlosio, quien nunca supo que su entonces esposa iba a concurrir al Nadal, como tampoco ella le dejaba leer lo que estuviese escribiendo: “No quería que su opinión me influyese ni en pro ni en contra”, confiesa Martín Gaite en “La noche de Sofía Veloso”. Por ello esta carta dirigida a Asunción Carandell es, entre otras cuestiones, un testimonio no solo de cómo compaginar el tiempo que le exigía leer y escribir con las absorbentes labores domésticas derivadas de una niña que empezaba a andar, sino también de la búsqueda de un difícil aislamiento que la llevara a superar la ansiedad de las influencias, a habitar la soledad. La gran conquista Carmen Martín Gaite en la década de 1970». (José Teruel, «Prólogo», Un lugar llamado Carmen Martín Gaite, cit., págs. 10-11).